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martes, 14 de noviembre de 2017

Sobre la heroína Trump

El problema de la heroína no es que mata sino que gusta tanto que no la puedes dejar fácilmente.
Damas y caballeros, el Presidente
de los Estados Unidos
Un drogodependiente me dijo que la nota de heroína era mejor que tres orgasmos, por eso prefería conseguir la droga antes que una novia. Ese momento me chocó, siendo adolescente, ante el poder que el derivado de opio exhibía sobre el hombre. En esa época era lo más fuerte en el mercado negro. Entendí que de todas las cosas que se pueden probar en la vida, esa se debe evitar porque no te mueres de la primera. El problema cae en que puede gustar tanto que te separa de la humanidad cotidiana, que te puede alejar de familia, amistades, la ley, decencia y el decoro civil.
El actual presidente de los Estados Unidos, Donald J. Trump, tiene un efecto similar. Es burdo, accesible, peligroso y adictivo. Su elección y constante exposición en los medios comprueban que es un mal difícil de soltar. Entrar en pleito con el cuadragésimo quinto presidente es caer en el foco de medios locales, internacionales y en boca de grupos en contra y a favor de la polémica figura y la hemorragia de ideales que personifica. Y digo personifica a diferencia de representa, porque el magnate nuyorquino sólo representa el privilegio de ser otro hombre blanco millonario. Tiene la vida de empresario; siempre jefe, nunca empleado. No es político. Su actual puesto nace de un capricho en vez de una vocación para el servicio público. Nunca ocupó puesto político ni militó oficialmente en los dos partidos principales hasta que decidió cargar el sello del Partido Republicano. Fue el donante de los dos partidos que decidió tomar el poder político que compraba en sus manos.
Fue la audacia de lanzarse contra la cuantía de Republicanos el primer toque de la droga que es Trump. Después de todo: ¿Quién era este tipo contra políticos veteranos del partido conservador? Los medios cayeron ante la barbitúrica voz del que fue protagonista del reality show The Apprentice, especialmente cuando sus ideas evocaron la multitud racista de los EEUU. Llamó a los mexicanos violadores y criminales, propuso construir un muro fronterizo para atacar la migración ilegal y atacó la debilidad de la administración Obama en su lucha contra el terrorismo, acusándolo hasta de crear el actual grupo terrorista ISIS (o ISIL como le llamaba Barack Obama reconociendo la ambición de adquirir los países de Iraq y Libya). La prensa afable con el ideal demócrata sintió el arrebato. Le dieron foro a la demencia que despilfarraba. Entendieron que la exposición de las frases de Trump ayudarían a la candidata del Partido Demócrata, Hillary Rodham Clinton (HRC). A Trump le dieron portadas, segmentos y miles de posts en redes sociales criticando su plataforma. Atacaron su capacidad para tomar el legado de Obama, a quien Trump le reclamó el Certificado de Nacimiento.
Pero subestimaron, como aquellos que pretenden inyectarse y seguir su vida como antes, la potencia que la droga tiene en la mente débil y depresiva de la multitud que padecía el aislamiento político y también de aquellos que no simpatizaron con HRC. Así resurgió el sentimiento supremacista, aquellos "olvidados" durante la presidencia de Obama y su histórico gobierno que abogó por derechos pro LGBTTQ, además de que su elección en dos ciclos electorales en sí parecía un paso adelante en contra de la historia racista en los EEUU. El primer hit fue de incredulidad. Se pensó que el racismo de los EEUU se había debilitado tanto en 8 años que no podría resurgir al punto de elegir a un novato político entrando a la contienda de mayor poder en la nación.

El odio alimenta el fuego que prepara la dosis.

En son de protesta contra ese establecimiento demócrata los llamados grupos de odio, como el Ku Klux Klan, apoyaron a Trump. Pero no estaban solos. Magnates como él vieron un aliado, a un hombre de corporaciones que haría maravillas para la economía. Pero, ¿Cuál sería el precio? Al momento parecía poco, como una dosis a la semana. Parecía imposible que el autor de "The Art of the Deal",  eliminara al gobernador de Florida y hermano e hijo de dos presidentes, Jeb Bush. O el exgobernador de New Jersey, Mike Huckabee. Mucho menos a Ted Cruz o Marco Rubio, congresistas en estados con alta densidad poblacional latina. Súmele que el apoyo en aquel momento eran neonazis, el KKK y un ejército de memes que adoptaron como mascota un sapo cuya representación era estar triste. Así son las drogas. Te arrastran por un camino oscuro hacia un momento de claridad, usualmente en medio de la nota, y te exhibe los peores rasgos. 
Como todo viaje alucinante, la impulsión del Agente Naranja del Caos por la concurrida carrera primarista tuvo visuales deslumbrantes, colores que eclipsaron la verdad. Se fomentó el personaje. Las masas consumidoras de medios cayeron estupefactos con cada respuesta cruda que daba Trump a las críticas. Sus respuestas ácidas, llamó a oponentes flojos, mongos. Sugirió la idea que Ted Cruz fue el Asesino del Zodíaco, una desgraciada desinformación compartida por las redes sociales. La nota se intensificó con la desinformación, aqulelos memes falsos en contenido pero graciosos, chocantes, nihilistas, controversiales y ofensivos, que se regaron como el opiato por la sangre, siendo algunos compartidos por la familia Trump. Con el ciberespacio siendo las venas cruzando millones de personas, ese flujo constante de desinformación ganó momentum para el candidato Republicano. Era malo pero imposible de dejar, más cuando Trump derrotaba sus contrincantes, saliendo victorioso como las ganas que ceden en el entusiasmo del adicto por buscar una cura, conforme con la nota.
Cura es otro nombre para la droga una vez posee al usuario como una simbolización del buen estado que crea la nota. Cuando no se está bajo los efectos, los usuarios se enferman. La cura de los medios noticiosos en la campaña electoral, ese negocio de atención mundial (piensa en el dinero de los anuncios y la garantía de acceso a público), fue la presentación del teatro que aparecía ante el mundo: el tipo racista, políticamente incorrecto e incompetente tenía la oportunidad de ser Presidente de los EEUU, algo que expertos politólogos descartaron al principio de la contienda. Creyeron que exponer el personaje como símbolo debilitaría el apoyo político que recibía mientras se adoptaba y creaba ese símbolo. Junto a la millonaria exposición por Twitter, donde suma sobre 42 millones de seguidores, el efecto Trump contagió el mundo. Estaba en boca de todos y en los Timelines de todos.
Pero hay controversia en las palabras de un adicto "embollao". Aunque continúa la investigación, se alega que hackers rusos crearon bots para difundir el mensaje, crear desinformación dañina (además de los chistes, que se sabían, los bots arriesgan la difamación porque es sumamente difícil identificar el emisor),  hackear cuentas oficiales de contrincantes, con el propósito de afectar la reputación de cada contrincante. La ridiculización del proceso político se juntó al poder persuasivo de la desinformación y atrajeron la atención cualquiera con cuenta de red social. No podían parar de hablar de Trump para criticarlo, advertirnos y otros para defenderlo. Aunque era más el repudio, la adversidad le daba fuerza. Quizás fue el falso sentido de identidad con un nuevo movimiento o el repudio al Washington tradicional, mundo que creó a HRC, lo que dió paso al hashtag "Can't Stump The Trump". Y fue la contendiente quien bautizó a los deplorables.
La campaña quebrantó a HRC por los
 ataques de Trump y sus deplorables. 
En septiembre de 2016 HRC llamó deplorables los seguidores de la práctica de desinformación que apoyó a Trump. La tergiversación fue tal que "Pepe the Frog" fue confundido como un símbolo de supremacía blanca, distante de su orígen y representación previa al uso por los bots y trolls. Una desinformación regada por el mismo grupo demócrata y simpatizantes con HRC. Una buena explicación de cómo un personaje de cómic se convirtió en el símbolo del alt right medio-conservador está en este reportaje de Olivia Nuzzy para The Daily Beast. La cura creó una neblina entre la mente colectiva y la realidad. "¿Qué está pasando que no ven que la mala publicidad no es deterrente para Trump?", me preguntaba. Era apagar un fuego con gasolina; seguir enfermo con la "cura". Decía: "La elección es de HRC a perder. Ella lleva años trabajando para este momento."
Y en gran parte, ella la echó a perder. Para beneficio de esta analogía, concluyamos que fue una falla de
ejecución mezclada con la realidad machista americana, un toque de historial político controversial (La alteración interna contra Bernie Sanders, Benghazi y la eliminación de emails por ejemplo), tal como se mezcla la heroína con otras drogas para bajarle intensidad. Incluso su salud fue analizada por medios, tema que los deplorables convirtieron en una desventaja natural para el trabajo de tener los códigos nucleares y negociar con Vladimir Putin y Kim Jung Un. En cambio el ahora presidente estaba suministrando la droga como el bichote, desde lejos, dejando que los tiradores la corran. Trump hablaba, como acostumbra hacer, de sus logros como negociante y empresario, desde los ratings de su programa, la belleza de su familia, el éxito de su marca en el mundo de bienes raíces y entretenimiento. Alardeaba de su virilidad, de su salud a sus 72 años. Insultó e intimidó a HRC, llamándola "Crooked Hillary" y vociferando en mítines, al igual que su red social favorita Twitter, el slogan "Lock Her Up", como un personaje de la lucha libre (espectáculo que también tuvo su dosis de Trump en Wrestlemania 23 allá en el 2007). Durante un debate entre ellos, HRC admitió sentirse asqueada y perseguida por la manera en que Trump le hablaba, miraba y caminaba a sus espaldas. La intimidación notable alardeó la imagen de macho alfa que quería proyectar el candidato republicano, apelando a la debilidad de HRC para confrontar efectivamente el poder. Eso, junto a la fallida estrategia de apelar al voto femenino denunciando lo que enaltece la figura machista apoyada por los deplorables tiro por una cúspide lo que parecía una victoria segura por la candidata apoyada por Barack Obama y cientos de celebridades. Cada apoyo que recibía HRC era contestado por denuncias sobre una prensa que usaba su poder mediático para impulsar quien fuese la primera mujer presidente de los Estados Unidos. Eso junto a denuncias de un poder político que por muchos años había ensuciado a Washington, lo que el candidato republicano nombró como "Drain the Swamp" o sacar a los políticos que llevaban recostados de su influencia política viviendo de la gente, hundiendo los valores de Estados Unidos que representaba a aquellos deplorables. El personaje tenía slogans. También tenía Twitter para contraatacar lo que nominó "Fake News"


"All you nasty Boys" Janet Jackson "Nasty" 

El fenómeno tomó tanto auge que dejó al mundo sorprendido. Trump ganó la presidencia y dejó la nación arrebatada. Con el favor del colegio electoral, el mecanismo americano que permite a un candidato rebasar al otro aunque tenga la mayoría de votos populares, lo de la gente, como funciona el sistema puertorriqueño. La negativa a la victoria presidencial inspiró el primer capitulo de la serie de FX American Horror Story: Cult, mostrando dos reacciones opuestas. Ambos protagonistas interpretan las emociones. Por un lado la frustración enojada y desesperada de los simpatizantes demócratas culpándose por no haber hecho suficiente, desde no votar o por confiar en la voluntad del magnate, hasta el voto castigo contra HRC por haber ganseado a su contrincante primarista Bernie Sanders. Por el otro, el antagonista siente que la era del miedo como valor social llegó mediante la formación de un gobierno que planteó en su plataforma la muralla, el ataque contra ISIS y el liberalismo de años previos, elevando su obsesión a nivel fraternal, de ahí el nombre de Cult. El simbolismo de enjambre, la miel y el trabajo de las abejas en unísono interpreta la unión social que trabajó para vencer los obstáculos que dejaban a Trump fuera de la posición política poderosa.

La realidad del 2017 ha sido atacada por desastres naturales y sociales. Tiroteos masivos y protestas violentas han marcado a EEUU al igual que los huracanes Harvey, Irma y María, con mención a los incendios en California. Cada evento exige una acción presidencial de condolencias, liderato que relaje el conciente social antes de sucumbir al pánico o la frustración. Como la droga que se ingiere para escapar los problemas, el ojo social mediático, fuente principal de comunicación presidencial en esta era, cada expresión de Trump levantó la ira de sus críticos y la defensa de sus seguidores. Hasta la amenaza de Corea del Norte se ha convertido en espectáculo, peligroso por quienes protagonizan la discusión. Los medios y sus secuaces que quieren desarticular la presidencia antes que se convierta más fuerte, evocan los hashtags, comparen las historias y comparan la degeneración del 45 con el ánimo de impugnarlo. El frente de guerra han sido los medios; todos los medios de comunicación.
Esa adicción al personaje para odiarlo o defenderlo continúa su consumo de la consciencia colectiva. Las figuras que entran en discusión con el se arrebatan con la atención que las criticas levantan. Con cerca de 42 millones de seguidores en su cuenta personal y el ejército (real y virtual) de retuiteros, la opinión usualmente desequilibrada genera viralidad dependiendo de quien inicia la crítica. En nuestro caso le tocó a la alcaldesa de San Juan, Carmen Yulín Cruz Soto, que evoca la respuesta del presidente ya que el gobernador Ricardo Rosselló Nevares le hacía gracia el comportamiento no presidencial de Trump ante la crisis humanitaria que se estaba viviendo en las primeras semanas después del huracán, tiempo llamado el desastre luego del desastre.
Hay cosas nasty en una Isla que tapa su hedor con agua de colonia. 
Acusandola de ser "nasty", la Alcaldesa se transformó viralmente en ícono antitrumpista boricua. Medios de Estados Unidos se contagiaron con la fiebre del desastre, enfocándose en la respuesta federal ante el sufrimiento de millones de "fellow americans". La extensión del arrebato llamó la atención del abiertamente crítico programa de comedia Saturday Night Live, convirtiendo el episodio en el skit de apertura en su estreno de temporada. La actriz Melissa Villaseñor se vistió de Carmen Yulín contra el Donald de Alec Baldwin en un recuento refrito del intercambio que originalmente se dió por Twitter. Claramente la "Alcaldesa" le reclamaba al "Presidente" una pronta respuesta ya que había gente muriéndose, a lo que el personaje responde con el desconocimiento de lo que verdaderamente es el Estado Libre Asociado y su posición geográfica. La mofa confirma el "high" que puede dar un buen cantazo de la heroína Trump. Anderson Cooper vino, también Geraldo Rivera pero David Begnaud se quedó y ha sido el mejor trabajo periodístico que he visto, leído y retuiteado. Pero volviendo al "hit" que probó la Alcaldesa. La nota que provoca la viralidad de un mensaje debe ser abarcadora, una vocalidad de millonaria extensión, de influencia compartida por el mundo, por troles e intelectuales. De salir en Wapa a CNN, de rituits de Johana Rosaly a Cher, el conflicto abrió un foro mundial para que la verdadera historia de Puerto Rico se conociera a través de los protagonistas políticos y ciudadanos, con el apoyo de cientos de "influencers".
Pero de "nasty" se puede hablar la partida mediática que sirvió el gobernador de Puerto Rico, Ricardo Rosselló Nevares, al embudo de atención sobre la Isla. "Todos los días hablo con él", decía Rosselló Nevares. "Siempre ha estado ahí para ayudarnos", repetía a los medios americanos. Acá decía Dávila Colón que se estaba echando a Casa Blanca en el bolsillo. Nasty por demás está sentarse al lado del Presidente de los EEUU mientras celebraba la mentira sobre la cifra de muertos, mentira que surge para proteger el manejo de la crisis. Ambos, Trump y Ricky, se han retractado del anuncio inicial. Más nasty es seducirse por una visita divertida del tipo que quebró un hotel en la Isla y verlo lanzar papel toalla mientras aconseja, o desea, a los afectados allí presentes a que "la pasen bien". Nasty es tener el foco del mundo viendo la docilidad borincana ante su tragedia, porque "así se brega con el loco", "hay que caerle bien para que nos ayude". Cada puff, cada torniquete que saca nuestras venas, era una muestra de la fealdad propia que salía al contactar la droga. La política es nuestro deporte. La atención mediática intensificó esa dicotomía colonial que nos define en la lucha de identidad común que nace del  "pertenecer a, pero no ser parte de" los EEUU, lucha que se manifiesta localmente entre partidos políticos, gangsters y las clases sociales.
Ser el furor en el Congreso, aparecer en el "fake news cycle", hashtags y canciones de solidaridad avanzó las campañas políticas con hemorragias de fotos "impactando zonas con suministros". Con el narcisismo filantrópico vino la crítica, la "tiraera" de rojos, azules, verdes y la nueva gama de demócratas y republicanos criollos que ya están viviendo la estadidad. Nasty por demás que ciudadanos con foro exploten la crisis actual por el huracán María contra la crisis previa acusando contrincantes políticos. Los representantes de una colonia cuya protección reside en ayudas se sobrecargaron de la solidaridad hasta aumentar la debacle. El insularismo atascó los muelles llenos de suministros y los aviones con ayuda mientras los políticos se sacaban fotos con cajas, observando brigadas trabajando. Van 55 días del fenómeno; siguen las fotos, la desinformación, los mensajes crípticos que traen el fervor eleccionario del 2020, mientras no hay fiscalización interna entre agencias ejecutivas como DACO, la JRT, la AEE, el DE, ni ICF. Aprendieron rápido la tóxica política de Trump: usa el spin entre un mensaje de populismo vacío. Puerto Rico se levanta para ponerse de rodillas nuevamente.
Y más nasty es que la atención cae mientras se firman contratos desproporcionados, precisamente la conducta que nos trajo a la Junta de Supervisión Fiscal. La garrota congresional que pretende administrar el Estado Libre Asociado mientras desangra el presupuesto local con salarios viciosamente onerosos se desapareció en los primeros días post-María. Su salario no fue justificado ante el fenómeno. Pero aparecen contratos multi millonarios con cuestionable expectativa, ese despilfarro demasiado parecido a la corrupción, que confunden. La versión optimista de Puerto Rico Post-María (PRPM) crea un nuevo país, con novel generación de energía, códigos de construcción vanguardistas, solidario con las dificultades de estar en una isla rodeada por agua, mucha agua, de esas oceánicas. Entonces la AEE concede $300 millones a una compañía de 2 empleados, Whitefish, que subcontrataría brigadas que podía subcontratar la misma AEE. Peor fue la explicación, que tardaron en nombrar las personas que firmaron, bajo que condiciones de emergencia se escogió a esa compañía sobre las demás (ya que en emergencia la subasta puede ser obviada, viejo truco político para mover dinero), y por qué se hace semejante barbaridad. No hay peor ciego que el que no quiere ver. Como país sería locura pretender cambiar haciendo lo mismo, dicho por Einstein. Pero ha sido el caos de la confusión junto con el arrebato congresional y presidencial, y el hecho que el PNP ha estado en campaña constante desde el 2015 (Primarias, elecciones generales, plebiscito estadidad, Guaynabo y ahora la reelección 2020) nos deja con un Puerto Rico que se levanta confundido, camino a los brazos de Luis Muñoz Marín para el valor de hacer un país de la ruina o coger un pasaje.
La droga que exhume Trump nos llevó a pensar que estamos ahí con los otros ciudadanos o todo lo contrario. Comentó que la deuda hay que olvidarla para tener espacio líquido en el proceso de reconstrucción lo que trajo esa atención a un problema crucial ANTES del huracán. La realidad es que su palabra es fantasía ya que el poder sobre Puerto Rico reside en el Congreso, donde tenemos voz pero no voto (al menos directamente) aunque esa voz se ha movido por los pasillos de Capitol Hill positivamente. La comisionado residente, Jennifer González, está trabajando como congresista codeándose con las altas figuras del GOP aún cuando le hizo campaña en contra a Trump y contra críticas de algunos pundits. La droga tocó a una persona provechosa, que se ha movido por los escalones de la política como Cotto por los rankings de boxeo. La atención de la diáspora, los artistas y los fellow americans, junto con el desprecio al 45 y las estadísticas que confirman éste como el mayor desastre natural en terreno americano, cada evento tejió una hebra en la hamaca que cruza el Atlántico. Innegablemente somos parte de los Estados Unidos, ciudadanos de segunda pero ciudadanos al fin, con lo bueno y lo malo que trae la militarización y se lleva la nueva ola que se junta a la diáspora. Las oportunidades de representación política en un ciclo electoral no serán tan descabelladas cuando salga el conteo final del éxodo y la peleadora exhiba su fuerza política en Washington. Aunque bien toda esta fiebre sea otro efecto de la heroína marca Trump, la que se consume entre tanto odio que desplaza todo pensamiento racional, despertando la pasión por el conflicto. Nuestro mayor conflicto sigue siendo la confusión nacional, la identidad perdida entre papeles congresionales y fallas judiciales.

¿La cura?

Quedará chapado en oro
este capítulo de la política americana.
Donald Trump es un fenómeno real así como la heroína sale de una planta. Siendo el presidente de mayor valor económico en la historia, un empresario niuyorquino que decidió retar a TODOS para la silla presidencial y lo logró. Su naturaleza no debe sorprender, como la constitución física que sede ante el efecto de la droga. Es el 1 por ciento que levantó a otro 60 por ciento para hacer algo diferente, "shake things up" y "drain the swamp". Como toda aventura al tripeo, la curiosidad de entrar en ese mundo arrastró la política americana y criolla en un tobogán que no ve fin.
El efecto Trump es adictivo para el mundo moderno, un presidente en Twitter que "las canta como las vé", que "habla como muchos" y es diferente por qué no es un político tradicional.
Pero él representa a EEUU aunque sea una pequeña y poderosa parte. Gente como él han existido desde el génesis de la nación. Por 8 años Barack Obama cambió cómo veíamos a los americanos, y aunque Trump no es el epítome de USA, es un recuerdo de la clase empresarial estadounidense, los hijos de los magnates. La atención que genera esa figura en la política atrae una millonada de personas, una experiencia adictiva en el 2017 para todo el que prueba la viralidad. Los políticos que manejan esa droga quedaron expuestos a su naturaleza boricua colonial. Cedieron al circo que atrae para mostrarle al mundo las llagas del colonialismo, no pidiendo ayuda, sino pidiendo más.
La única cura para esa droga es no probarla, pero igual se puede evitar conociendo sus características. ¿Cómo  piensa un magnate? ¿Con quién se cría? ¿Qué malas mañas cultivó en su desarrollo?  Enfrentarse con él es inútil porque tiene demasiado poder, suficiente para combatir el imperio mediático americano. Quizás la solución a la droga es la educación sobre la nocividad de sus efectos: la penumbra del racismo, el fundamentalismo como política pública, la xenofobia y la soberbia para cuestionar un sistema controlado con extremo celo. Esa última, lamentablemente, es la que mejor le ha funcionado hasta ahora. Su proyección apoyada por la surgencia de la desinformación masiva y el "spin" trajo este panorama nocivo que cada persona que prueba se "jukea". En solo 11 meses el Presidente se ha convertido en un eco ambulante, destruyendo el estándar presidencial y reconstruyendo a su nombre, chapeado en oro y controversia.
Contar con la droga para levantar un país que sigue una conducto autodestructiva es condenarlo a la enfermedad. Pedimos a Estados Unidos ayuda que al pasar por el peaje del Atlántico fomenta la disgustante política criolla que cada vez pierda credibilidad. Por eso la JSF tiene adeptos en la Isla. Es en el Congreso donde tenemos que batallar la adicción, no al Presidente, sino a la política de desinformación que lo creó, la muy parecida a la confusión política en PR por 100 años.


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