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domingo, 26 de octubre de 2014

Perse y algaretismo: Hechizeros del tercer milenio; carpeteo consentido y la obsesión digital.

Llevo dos días sin dormir por la paranoia o las Aderales pero el alcohol no me trae al sueño. No. Morfeo no puede rendir a los inquietos, los curiosos que esperan en vela la contestación a sus plegarias, negando a la fe el potencial de resolver sus problemas como Santa Claus trae sus regalos: mientras se duerme. Me han quitado el sueño literal y metafórico. ¿Acaso nadie se da cuenta del hechizo librado sobre la sociedad milenaria?

Poco valen las palabras sin explicación. La cabeza me daba vueltas por el retumbe de la música y los efectos adversos de las Molly, el MDMA de ahora. Estaba inmóvil en la esquina del apartamento al que fui de afterparty, un dueño desconocido pero con un grupo de buena gente. Pensaba en los visuales que había tenido durante la noche, efectos tan sorprendentes como un balde de agua helada, pero de sorpresa no planificado como el Ice Bucket Challenge. Una epifanía había arrebatado la paz que encontré entre el retumbe de bajo electrónico, mezclado magníficamente en el drum & bass. ¿Estaban monitoreando las conductas bajo los efectos de drogas con sus celulares?

Que quede claro: yo vengo de otra tala. Cuando yo iba a los parties teniendo menos de 20, iba con gafas, máscaras y sin cámaras porque entendía que me iba a reventar los sesos. Las consecuencias de tal acto serían tan nefastas que ni la propia memoria debía conservarlas. Pero esta juventud se goza la notoriedad, viven para ser reconocidas en la historia como la gente que se drogaba de noche en salas oscuras, con la música a todo volumen y rapidez capaz de hacer un corazón explotar. Aunque debo admitir que gran parte de ellos gozaba más de la apariencia que la experiencia, no obstante el impacto visual del flash fotográfico en cuanto selfie o evento minúsculo, como alguien bailando bien enfiebrao, me aquejaba. Cada grupo tiene su carpetero oficial que indiscriminadamente retrata los momentos nocivos a la reputación de cualquier ser de alta casta social, como lo son la mayoría que vive la experiencia de luces neón e inhaladores de Vicks al ritmo de música electrónica. No, eso no es secreto. Tampoco debe ser excusa para alardear al cibermundo lo "loc@ que me siento", sudando alcohol en un coliseo lleno de mentol y humo, pareciendo más una playa que un club por el sudor que corre por la piel y la humedad de los ropajes. Era un alien entre la multitud, siendo el único aborrecido que no quería plasmar su imagen binaria bajo los efectos de una ensalada de pastillas que incluye, pero no se limita, a: Xanax, Molly bajadas con ginebra y Red Bull, Winstons y un paño empapado. Pero había una gira de Kindergarten que estaba escuchando el Dubstep substituto del Drum & Bass. Ellos hacían caso omiso a tales preocupaciones, tu sabes, esa actitud de la juventud que domina la razón de conservarse para un mañana próspero.

En un momento histórico donde la información está en el aire, tiempo que la presente generación no conoce las incidencias de Watergate, el acceso a la información es más fácil, lo que nos hace más susceptibles al robo de identidad,y su opuesto, el espionaje. ¿Entenderán las consecuencias de la masiva operación de almacenamiento de data que conduce el Gobierno estadounidense en el desierto? Están haciendo una caja gigante en Utah para guardar cada bit de información que voluntariamente le concedemos con nuestros dispositivos. El trabajo está bueno y fácil. Desde robots submarinos que enganchan relés en los cables de fibra óptica que cruzan por el fondo del mar hasta la clásica extorsión a los proveedores del servicio para que suministren toda información a las autoridades que entra/sale de sus antenas. El truco está en la nube, ese almacén digital donde residen nuestros archivos íntimos, económicos, personales y profesionales. Por liqueos de fotos de alto contenido sexual han hecho resignar representantes en Washington, DC. Por escenas pornográficas creadas con menores de edad han logrado capturar depredadores sexuales. Hace poco investigando las computadoras de la Fortaleza encontraron pornografía en uno de los CPU asignados a un ya desempleado tipo. Sí: lo que hagas en una computadora, tu conducta y netiquette, pueden cambiar tu vida y la de los demás, para bien o para mal.

La llamada viralidad nos dió a Justin Bieber y su batallón de haters. Hicimos de Susan Soltero un ritual de risa al verla rodar por la falda de grama del Morro. El impulso cultural hacia la tecnología, al ritmo de crecimiento que se acerca a los 150 millones de suscriptores a nivel mundial, se debe a que la red permite socializar con el mundo. Y consecuentemente se crean nuevas oportunidad de pillaje, espionaje; un vicio sustentado por la vanidad, el desapego emocional y el confort de aquellos avatares que juegan a socializar en la imaginaria electrónica. También permite educarnos, comunicarnos y trabajar en múltiples cosas.

Podemos decir que la misión de Julian Assange y Edward Snowden para alertarnos sobre las comunicaciones secretas y el espionaje del Gobierno Federal conducido a través de la NSA y la CIA fue en vano. Se sabe más de Ronaldo, las Kardashian y la cobertura amarrillista de las múltiples guerras alrededor del mundo que de los fines que tienen las compañías y gobiernos sobre los medios de comunicación. Es un gran contratiempo que tengamos la verdad sobre el uso de nuestra información al alcance de nuestros dedos pero nuestros ojos y oídos están distraídos por la neblina en los canales de difusión. Impera tanta confusión en la mente, cansada de tanta absorción subliminal, que interpreta lo más fácil para asimilarlo, impulsando la participación en rituales de consumo muy distantes a las prácticas de concienciación que nutrieron al internet en su génesis. Es como tener un buffet de frente y escoger lo más sabroso sobre lo más saludable. O peor, probamos lo que otros van recomendando porque asumiendo que la integración al grupo debe ser el factor prima facie de la adaptación social.

Mi paranoia se desvaneció cuando el Kinder abandonó el rave. Los de la vieja guardia saben que la conducta nocturna es para los presentes. Todo lo que valdría la pena conservar para la posteridad se quedaría en los recuerdos vinculados a las sensaciones exuberantes de las drogas y la música. Toda esa mezcla no se puede traducir en bits. En la foto solo queda un momento de locura, ojos vacíos que no reflejan éxtasis sino locura, abandono a la pulcritud demandada por la gente culta. Imposible para una máquina sensar la electricidad de la música, bailar en sincronización con un bajo intenso y rápidas sucesiones de tambor, confeccionado para sacarle el corazón del pecho a cualquiera. Una foto no le hace justicia a ese momento. Por eso no creo en eso. Hay que estar ahí.

Duró poco esa emoción, lo que me devuelve al punto inicial. Me fuí al after party con ese grupo que se quedó hasta lo último, porque esos son los buenos. Llegamos a la casa de uno de ellos, un muchacho alto de pelo negro largo, sombra de barba alrededor de labios finos debajo de su espigada nariz. A primera vista parecía un hijo de riquitillos, el típico rebelde que lucha por lo que nunca ha padecido. Y no me equivoqué. En su apartamento de dos cuartos cerca de Ocean Park había una pinta de médico y sus amigos lo delataron alardeando del spot. Fue allí que el hechizo resurgió; los chiquillos, tres chicas y dos chicos, sacaron los aparatos electrónicos de espionaje. Se pegaron a sus grilletes, a veces levantado la vista para conversar alguna cosa del party, a lo que contestaban en pocas palabras. Buscaban en Twitter las reacciones al party y en Instagram las fotos que tomaron con mucha alegría del momento de enpastelamiento cerebral. Era inevitable pensarlo. Aquí había pensado que el sentido común estaría en al menos una persona que se diera cuenta que lo que buscaba estaba entre las risas y los buenos momentos, etc. Pero querían vivirlo en el Matrix para sentirse que estuvieron allí y esa huella digital viviría para siempre en la nube para que otros supieran también. "¿Viste a María lo loca que estaba? Chequeate el post."; "Diiiiaaaaaabbbblooooo", contestó la otra chica, la wingman de las otras dos mejor parecidas que ya tenían algo coordinado con los chicos. Me le acerqué a ella para ver si podía conectar pero el rechazo se dió al percatarnos que no tenía a nadie en mis redes sociales. Al menos de mis 100-150 líneas conectadas no había un lazo común con las chicas o el séquito de varones que merodeaba entre juegos y música en sus respectivos grilletitos con gusto. No pertenecía a esa fraternidad ni practicaba sus costumbres. Entonces intentaron hechizarme con algunos movimientos en el celular para entrapar un pedazo de mi alma dentro de su red, como una araña binaria que se alimenta de mi energía a través de circuitos. Pero lo evite golpeando seriamente el aparato de sus manos. Lo reventé contra el piso y me gané las malas miradas de todos en el cuarto.

"Sarna con gusto, no pica"

Eran las 10:00 am pero mi corazón seguía en las 2:00 am, allá dentro del Coliseo donde las paredes rebotaban las vibraciones entre las miles personas que se alocaron en el party, incluyendo la gira de escuela elemental que se dió el paseo por el país de las maravillas. El cosquilleo que sentí en el cerebro me hizo pensar que los satélites de la NGA estaban encima de nosotros, ya con el poder de accesar las ondas cerebrales para leer nuestros pensamientos. O peor, lavarnos el cerebro para hacernos comportar como animales domesticados. Tuve que salir corriendo como un demente por las calles de Ocean Park hasta la parada de la AMA en la calle Loíza. Tenía que llegar a casa, darme un baño de agua fría y tomarme una batida de papaya, dos huevos hervidos con sal y pimienta, cinco lascas de tocino y café negro, para salir de esa nota y entrar a mi zona. Sabía que tenía que advertir al mundo de tales prácticas cognitivas. Pero sólo podría hacerlo bajo sus reglas, con sus instrumentos, Jaque-mate.

No había otra forma. Para decirle al mundo del desafortunado truco que le estaban gastando tendría que hacerlo por un avatar en el ciberespacio. No valía la pena mandarlo a imprimir ya que el pensée nouveau imploraba el reciclaje por el bien de los árboles y nuestra existencia. Pronto se olvidarán del
telégrafo y el fax. Entonces tendremos que pedir permiso para hablar y aprender. Podrán alterar las velocidades de las computadoras para adelantar más noticias de Kardashian y menos sobre las prácticas monopolísticas de las cuatro navieras que controlan los productos que entran a Puerto Rico. Si dejamos de interesarnos en lo importante que ocurre a nuestro alrededor para ajustarnos a una realidad fabricada, perdimos, caímos en el Matrix y nos convertimos en baterías. En menos de lo que canta un gallo, el FBI tumbará tu puerta por tener fotos del primer baño de tu hijo en el disco duro de la computadora, una carrera política será destruida por haber dicho alguna vez en algún foro que George W. Bush mandó a explotar las Torres Gemelas y estaremos entrenados para consumir los bienes que nuestros amigos de Facebook recomienden, ya que serán esos los únicos disponibles por su facilidad comercial en el plano de consumo. Y será muy tarde porque desde hace tiempo estamos consintiendo la intrusión y contribuyendo al poder invisible del Internet. Entonces el hechizo habrá funcionado cuando los mediocres se suiciden por perder followers en su Tumblr, Twitter o Blogger, creando una especie de selección natural cuyo origen sea el mundo binario, un portal entre dos mundos paralelos.

Hay magia negra envuelta en todo ésto. El uso de la pantalla táctil y la codificación son rituales de brujería. Estamos encantados para servir como baterías, fuentes de información que alimentan la maquinaria de espionaje, la misma que se encarga de adaptar esa información a prácticas de formación social y conducta civil. Diles que te gusta y que no, pero no les des ideas sobre tu penosa conducta.

Es nuestro Roswell y nuestro Watergate excepto que esta vez deben ser las brujas que hicieron alianza con los vampiros que corren los bancos de sangre los responsables de usarnos como instrumentos de su magia. Estamos rodeados y estudiados por fuerzas extremas, de ocultismo que quieren que sigamos la tradición sin darnos cuenta de la misma.

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